jueves, 5 de diciembre de 2019

¿La inteligencia es el kaos?

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Somos constelaciones. Desde el macrocosmos infinito hasta la infinitud del microcosmos subatómico se impone una misma ley de cohesión entre partículas que impide la dispersión de las mismas, un único concepto organizador frente al aparente caos creativo.

Explosión o implosión, entropía o constructivismo evolutivo, sea como fuere que todo derive hacia la Nada (pues de la Nada viene todo y la configuración de la Existencia es circular), lo hace regido por una fuerza aglutinante que acota espacios precisos, independientes durante tiempos perfectamente definidos. La acotación de esos espacios cualifica las cosas y los seres y la definición de tiempos limita la vida, la permanencia de los mismos. El final del Tiempo no es sino el final de las cosas y de los seres: la Nada.

Somos constelaciones. Cada uno de nosotros es un macrocosmos absoluto formado por numerosas entidades orgánicas que a su vez están constituidas por un número indeterminado de asociaciones celulares que por su parte están configuradas por innumerables... etc, etc, etc. y que agrupados de manera interdependiente dan vida a un ser independiente que ocupa y delimita un espacio concreto durante un tiempo definible dentro de la cadena biológica existente sobre una piedrecita relativamente infinitesimal, casi redonda por cierto, que gira desde tiempo inmemorial (¿quién lo recuerda?) en el Vacío. Somos una constelación acotada dentro de otra constelación que a su vez acota un espacio dentro de... etc, etc, etc, y lo somos, como todas las cosas, durante un tiempo definido que decide la duración de nuestra vida. Del respeto entre esos espacios acotados y por esos tiempos existenciales depende nuestra armonía y por extensión la armonía del Universo.

Formamos un conjunto llamado Humanidad de la misma manera que las diferentes familias de monos forman la especie de los Simios y que las montañas forman cordilleras y los planetas y satélites vecinos forman con el nuestro y con el Sol el Sistema Solar y éste asociado con otros sistemas estelares definen a su vez la Vía Láctea. Pero de la misma manera que cada estrella y cada planeta y cada montaña y cada mono ocupan por sí mismos un espacio perfectamente delimitado y cualificado, con unas características y un tiempo de vida diferentes e independientes del resto de los elementos del conjunto, así también las personas somos entes independientes y diferenciados que formamos un universo en sí mismo, al margen de los niveles de cohesión de cada individuo con el grupo al que pertenezca y en definitiva con la especie humana.

El derecho a la individualidad, el derecho al respeto como unidad biológica independiente, trasciende todas las leyes sociales porque se enmarca dentro del más puro derecho universal a la acotación de un espacio vital necesario para el desarrollo y la perdurabilidad del Ser durante un tiempo que las leyes del hombre no tienen derecho a violar.

Vivimos una cultura irrespetuosa y antitética con las más elementales leyes naturales. De ahí la ausencia de armonía, de ahí el desequilibrio, un desequilibrio que lógicamente genera desequilibrados. La inadaptación progresiva de un número cada vez mayor de seres humanos a las sociedades de modelo Occidental, una sociedad intervencionista que extermina especies animales, legaliza la pena de muerte y la reclusión instituida, derriba montañas, tala bosques hasta la total desertización, cambia substancialmente la composición química de los elementos vitales del planeta (tierra, agua y aire) y apuesta por un futuro de intervención extraplanetaria (¿extragaláctica además a largo plazo?) resulta lógica, consecuente al modelo de vida si consideramos que nuestra individualidad se halla permanentemente amenazada, como unidad biológica pura, por un sistema social globalizante, integrista y vinculante hasta la exclusión del Yo no homologable y colaboracionista, a cuyo mantenimiento contribuimos paradójicamente (de ahí el trauma) mediante nuestro trabajo cotidiano y nuestra aportación personal al desarrollo del Sistema.

Vivimos contra nosotros mismos. Trabajamos contra nosotros mismos, violando diariamente otros espacios acotados y otros tiempos vitales que dependen de nosotros como nosotros dependemos de ellos, ya que, no lo olvidemos, somos constelaciones dentro de y viajando con otras constelaciones. Nuestra civilización, nuestro modo de vida destruye la armonía, las leyes que sostienen la cohesión de las partículas. ¿Somos inteligentes? ¿La Inteligencia es el Caos?

-Damego-


martes, 28 de mayo de 2019

EL SER HUMANO ES UN SER METAFISICO... EL SER HUMANO Y EL YO METAFISÍCO.

No es posible encontrar un sentido a la vida

¿Qué es la metafísica?

Es lo que esta mas allá de la física. Trata los problemas centrales de la filosofía y se divide en dos ramas principales:

Aristóteles, metafísica y ser humano como tal.

El estudio de los fines como causa última de la realidad.

Inmanente quiere decir que permanece relacionado con un ser o su naturaleza y que no depende de algo externo.

Trascendente significa que estás más allá de lo natural o de los límites del conocimiento posible.

Destacó Viktor Frankl con su Logoterapia.
Telos interno de la naturaleza.
Vida guiada por la razón.

EL SER HUMANO ES UN SER METAFISICO... EL SER HUMANO Y EL YO METAFISÍCO.


"La existencia precede a la esencia"
Destacó el filósofo Jean-Paul Sartre.

La vida tiene un sentido trascendente
EL SER HUMANO ES UN SER METAFÍSICO
La vida tiene un sentido inmanente
ARISTÓTELES



¿Qué es el sentido de la vida?