jueves, 29 de marzo de 2018

La llamada "Versión Oficial De Los Hechos".





Existe una expresión denominada “versión oficial de los hechos”. Una autoridad dependiente de una organización pública o privada es la encargada de ofrecer o facilitar una historia de los acontecimientos. Esa versión es más realista cuanto más importantes sea la organización que expone dicha versión. Por ejemplo: no es lo mismo que la Academia Rusa de Ciencias afirme que el petróleo no proviene de restos fósiles (contrariamente a lo que siempre hemos pensado) o que los representantes del Masachusetts Institute of Technoly (MIT) afirmen que es de origen fósil. En Occidente siempre va a tener más verosimilitud esta última versión.

La versión oficial, recogida en los libros de ciencia, reúne las conclusiones finales efectuadas por científicos financiados por el magnate David Rockefeller, quien en 1892 introdujo en la comunidad científica internacional la teoría sobre el origen fósil del petróleo.

Ante la peculiaridad y disparidad de ambas versiones, debemos preguntarnos por qué quieren convencernos de que el petróleo es un subproducto resultante de la putrefacción fósil de vegetales y animales. La respuesta es sencilla: el objetivo es crear la sensación de escasez en la mente de los compradores para poder justificar los precios desorbitados que sufren los consumidores.

Todos y cada uno de los libros de ciencias que estudian los jóvenes en sus años académicos enseñan que el petróleo es un derivado fósil, y han forjado en sus mentes una versión oficial con la que han vivido varias generaciones, incluida la nuestra. Nadie se plantea otra posibilidad más que la de que el petróleo es de origen fósil y se acaba. Recordemos que la escasez de oferta, unida a una fuerte demanda, proporciona beneficios incalculables, como lo fueron los obtenidos por la Standard Oil de Rockefeller a principios del siglo XX gracias a ésta teoría. Nadie se molestó en estudiar los serios trabajos de Nikolai Kudryavtsev, científico de la extinta Unión Soviética, quien afirmaba con pruebas que el petróleo era de origen mineral. Solo químicos rusos como Marcellin Berthelot y Dimitri Mendeleiev confirmaron tal posibilidad.

La “versión oficial” se difunde a través de nuestros periódicos, ahoga los libros de texto y, ya sea por televisión o por radios, bombardea nuestro entendimiento de forma constante. Nadamos en un mar de mentiras, y de la misma forma que el pez no percibe el agua en la que se mueve, nosotros tampoco percibimos la mentira.

Pero la “versión oficial” no es nueva. Copérnico, Galileo, Giordano Bruno, Miguel Server, etc., fueron mentes que trataron de romper el sistema rígido de pensamiento en su tiempo. Giulio Cesare Vanini, quien afirmaba que el hombre descendía del mono, fue quemado vivo por la Inquisición en 1619, y Pietro d’Abano murió en prisión en 1316 por aplicar prácticas médicas hoy comunes. No olvidar a García de Orta, que también en la hoguera en 1568 por intentar revolucionar la medicina realizando las primeras necropsias. La lista de todos aquellos que lucharon contra las asentadas e inamovibles versiones oficiales es tan larga que se necesitaría una enciclopedia para poder tratarlos a todos y cada uno de ellos.

Al igual que se afirma en uno de los documentos más sabios que se conversan, El Kybalion de Hermes Trimegisto, como afirma que como fue antes, es ahora: y las mismas fuerzas que quemaron, encarcelaron y torturaron a aquellos audaces defensores de la “conspiración” siguen operando hoy en día.
Han cambiados sus caras, pero sus intereses y las instituciones que los auspician siguen siendo los mismos.

Las personas que realmente dominan el planeta tienen acceso a esa parte de la información que a la mayoría le han omitido, ofuscado o adulterado. Ellos acceden al conocimiento y a la sabiduría que nos han censurado y de ése modo perpetúan su poder. Cambian únicamente sus nombres y, al tener vínculos de sangre, se suceden unos a otros eternamente.

Desde la infancia nos han impuesto creencias, reglas morales y doctrinas religiosas que controlan nuestra mente y nuestro espíritu para evitar que descubramos nuestro potencial.

Citando la frase de Jordan Maxwell, “nada es lo que parece ser”, quizá las instituciones educativas no estén solo para educar. Parece formar parte de una gran confabulación orquestada para que seamos siervos de unos invisibles amos.

Evidentemente la medicina tampoco es lo que parece.

La ancestral medicina natural basada en el empleo de plantas medicinales como tratamiento para curar enfermedades ha sido cercenada en pro de la química farmacéutica. Por ejemplo en España, en 2004, se prohibieron 190 plantas, de las cuales 100 eran utilizadas por sus propiedades medicinales desde tiempos ancestrales. Legislan en favor de las grandes corporaciones farmacéuticas, que no persiguen precisamente la salud y bienestar, sino sus intereses financieros. Y es que cuando la salud es un negocio, cabría hacerse una pregunta: ¿Qué es más rentable para algunas corporaciones: mantener al enfermo vivo y medicado o sanarlo por completo?. El sistema ha sabido atar las manos a los médicos, que prescriben tratamientos afines a los intereses de esas poderosas corporaciones farmacéuticas. Al médico que decide transgredir la medicina oficial le es retirada su licencia médica, tal como le ocurrió a la doctora Ghislaine Lanctot, quien, después de ejercer la medicina durante 27 años, se vio apartada de la profesión por afirmar en su libro “La Mafia Médica” que las farmacéuticas apuestan por el mantenimiento de las enfermedades en vez de por la curación definitiva, algo que, evidentemente destruiría su propio negocio.

Está claro que, detrás de la percepción del funcionamiento de cada institución, siempre existe “algo” que se nos omite; algo que, como si fuésemos niños, no nos cuentan porque el mero hecho de saberlo inhibiría en nuestra mente el poder de ser engañados nuevamente. La falsa percepción de la realidad se implanta en nuestra mente como los cimientos de una casa, algo no podemos destruir, a no ser que destruyamos previamente la casa.

Por consiguiente, si nada es lo que parece y la conspiración es generalizada, entonces la llamada “teoría de la conspiración” deja de ser una teoría y se transforma en una ley. En muchos casos, la teoría de la conspiración está tan abrumadoramente plagada de pruebas.

Los césares mueren, los presidentes son asesinados y las guerras nacen de conspiraciones. No hay más que leer los libros de historia de manera correcta para comprender que, en realidad, es la conspiración la que forjado el destino del ser humano en éste minúsculo planeta. Así que, aquellos a quienes la gente llama “conspiracionistas” quizá deberían llamarlos “historiadores.”

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